Burning Crusade Classic: La historia hasta ahora
Preparaos para volver a atravesar el Portal Oscuro con este recordatorio de los sucesos más importantes que llevan a los héroes de Azeroth a adentrarse en el mundo destrozado de Terrallende en Burning Crusade Classic. Si os interesa saber cómo comienza esta historia, seguid leyendo para descubrir la relación entre las dos nuevas razas jugables, la Legión Ardiente e Illidan Tempestira en Burning Crusade Classic.
En WoW Classic dimos caza y destruimos a los líderes corruptos del Vuelo Negro: Nefarian y su hermana Onyxia; desterramos al maligno Dios de la Sangre Hakkar al plano del que procedía; acabamos con la plaga de la mente colmena que asolaba Ahn’Qiraj; y cerramos de una vez por todas el ojo que todo lo ve de C’Thun (o eso esperamos). ¿Y qué pasó cuando las gélidas garras de Kel’Thuzad amenazaron nuestro mundo con una invasión apocalíptica? Pues que machacamos sus viles huesos y esparcimos su polvo al viento.
Los héroes de Azeroth se han enfrentado con valentía a estos desafíos y a muchos otros para garantizar la supervivencia de sus razas. No obstante, los mayores peligros aún están por llegar.
Esta historia comenzó hace más de 10 000 años durante la guerra de los Ancestros, cuando la demoníaca Legión Ardiente invadió Azeroth. Un elfo de la noche con un gran potencial, Illidan Tempestira, se alió con Sargeras, el Destructor de los Mundos, y con sus ejércitos de la Legión Ardiente a cambio de un poder inconcebible. En el punto álgido de la contienda, cuando la Legión Ardiente estaba a punto de barrer Azeroth y esclavizar a todos sus habitantes, Illidan cambió de parecer. Unió fuerzas con su hermano Malfurion Tempestira y ambos revirtieron la magia del portal que Sargeras intentaba usar para entrar en Azeroth. A pesar de que Illidan luchó al final contra los ejércitos de la Legión Ardiente, fue juzgado por sus reprobables crímenes, en especial por atacar a los suyos y crear una fuente de poder prohibida. Declarado culpable, fue encerrado bajo la atenta mirada de los celadores de los elfos de la noche que dirigía Maiev Cantosombrío.
La Legión Ardiente volvió a invadir Azeroth durante los sucesos que se narran en Warcraft III: Reign of Chaos. Desesperada, Tyrande liberó a Illidan de su prisión en las profundidades de la tierra para que luchase contra los siniestros demonios y poder salvar el mundo. Para poder conseguirlo, Illidan consumió el poder vil de la calavera de Gul’dan. Al hacerlo, se dio cuenta de que le salían unos cuernos retorcidos, pezuñas y alas endurecidas. Es decir, que se había convertido en aquello a lo que daba caza: un demonio. Esta transformación obligó a Malfurion a desterrarlo de su hogar, e Illidan desapareció en la espesura.
En su interminable búsqueda de poder, Illidan reclutó a Lady Vashj y a sus nagas para robar otro artefacto demoníaco: el Ojo de Sargeras. Lo usó para llevar a cabo un ritual con el fin de destrozar Corona de Hielo y pararle los pies al rey Exánime. No obstante, Malfurion, Maiev y el príncipe Kael’thas de Lunargenta lo interceptaron y provocaron que el hechizo finalizase antes de lo previsto. Conmocionado, Malfurion hizo frente a Illidan y lo acusó de matar a Tyrande. Illidan negó aquella atrocidad y entonces se supo que Maiev había mentido sobre la muerte de Tyrande. Preocupado por la mujer a la que amaba, Illidan juró salvarla. Junto a sus aliados nagas, recorrieron el río donde que había caído y atravesaron el frente de la Plaga para rescatarla.
Salvaron a Tyrande pero no pudieron detener a la Plaga; Illidan se dio cuenta entonces de que sus amos de la Legión Ardiente lo buscarían hasta los confines del universo para castigarlo. Preparado para sufrir su ira, invocó un portal mágico hacia Terrallende y lo atravesó para cerrarlo justo después, pero no antes de que Maiev y sus guardianes lo siguieran con la intención de reclamar justicia y venganza.
En Terrallende, Maiev capturó a Illidan, pero los nagas y sus nuevos aliados, los elfos de sangre, lo rescataron. Kael’thas y su pueblo juraron lealtad a Illidan a cambio de una cura para su adicción a la magia Arcana. Illidan le contó al príncipe que no había cura, pero lo que sí podía hacer era enseñarles a succionar la magia de otras fuentes para que así pudiesen saciar su hambre. El Traidor encargó a sus esbirros que recorrieran Terrallende en busca de los agentes de la Legión Ardiente para poder reclamar aquel mundo roto y consolidar su poder de cara al inevitable enfrentamiento con Kil’Jaeden. Mientras exploraban el planeta, encontraron al señor del foso demoníaco Magtheridon, que había reunido un enorme ejército al atraer a desventurados demonios a través de los muchos portales que llevaban a Terrallende. Juntos, Illidan y sus aliados sellaron las puertas dimensionales y se prepararon para asaltar la sede del poder de aquel mundo destrozado: el Templo Oscuro. Cuando atacaron la fortaleza profanada, una facción retorcida de draenei conocida como los Tábidos se unió a la lucha. Derrotaron a Magtheridon e Illidan se impuso como maestro de Terrallende junto a los Tábidos liderados por Akama, que se unieron a sus filas. Poco después de conquistar el Templo Oscuro, Kil’jaeden los encontró. Amenazó a Illidan y le dio al cazador de demonios una última oportunidad para redimirse: o destruía el Trono Helado o sufriría la ira eterna de la Legión Ardiente.
Consciente de que la amenaza del demonio era temible, Illidan viajó a la tundra helada de Corona de Hielo. Arthas se interpuso en los escalones del Trono Helado y le pidió que se retirara. Illidan sabía que no podía volver a fallar a Kil’jaeden, así que se negó a abandonar su misión y se abalanzó sobre el Caballero de la Muerte. Tras una larga y sangrienta batalla, Arthas venció a Illidan y lo dejó en la nieve, creyéndolo muerto. Los aliados de Illidan lo rescataron, y regresó a Terrallende, donde comenzó a reunir un ejército para proteger a los suyos de Kil’jaeden, quien sin duda llevaría a la Legión Ardiente hasta allí.
EL PORTAL OSCURO
Ahora, muchos años después de la Tercera Guerra, las antiguas traiciones de Illidan Tempestira constituyen una amenaza para todos. La Legión Ardiente ha llegado a Terrallende en busca de venganza contra el díscolo cazador de demonios y para recuperar el mundo destrozado. La Horda y la Alianza son plenamente conscientes de que sus ansias de conquista no se detendrán hasta que lleguen a Azeroth, así que están preparando una ofensiva preventiva utilizando el Portal Oscuro para atacar a las fuerzas demoníacas que lo han construido. Es por ello que debéis atravesar el portal entre mundos y enviar a los demonios de vuelta al abismo.
Para poder enfrentarse a la implacable amenaza de la Legión Ardiente, tanto la Horda como la Alianza han reclutado aliados nuevos. Seguid leyendo si queréis saber más sobre las dos valerosas razas que han decidido dar un paso al frente para responder a la llamada.
El vuelo de los draenei
Hace mucho tiempo, en el mundo de Argus, la raza de los eredar, criaturas brillantes y dotadas de gran talento mágico, captó la atención de Sargeras, el Destructor de los Mundos. Sargeras les ofreció a los tres líderes de los eredar —Kil’jaeden, Archimonde y Velen— un poder incalculable a cambio de su lealtad incondicional. Al poco tiempo, Velen tuvo una visión inquietante: vio a los eredar transformados en demonios indescriptibles capaces de diezmar toda vida.
A pesar de sus advertencias, Kil’jaeden y Archimonde decidieron aceptar la oferta de Sargeras. Desesperado por la decisión de sus antiguos amigos, Velen decidió rezar pidiendo ayuda. Y para su sorpresa y alivio, uno de los benévolos naaru respondió a su llamada. Al igual que Velen, estos seres de energía habían presagiado el nacimiento de la Legión Ardiente.
Los naaru se ofrecieron a guiar a Velen y a otros creyentes a un lugar seguro. Velen reunió discretamente a los eredar que le parecían dignos de confianza y los bautizó como draenei o «exiliados». Cuando Sargeras regresó a Argus y transformó en demonios a los muchos eredar predispuestos a ello, los draenei escaparon por poco de su mundo natal. Furioso, Kil’jaeden juró dar caza a Velen hasta los confines de la creación.
Con el tiempo, los draenei se establecieron en un mundo remoto, habitado por orcos chamanistas. Los draenei llamaron a su nuevo hogar Draenor o «refugio de exiliados». Mientras, Kil’jaeden continuó dando caza a los exiliados hasta que, finalmente, averiguó la existencia de aquel idílico mundo y de sus desprevenidos habitantes.
Con la ayuda del chamán Ner’zhul, el señor demoníaco comenzó a corromper poco a poco a los orcos. Pero cuando Ner’zhul se negó a cumplir los propósitos de la Legión más allá de cierto punto, Kil’jaeden dirigió su atención hacia el aprendiz de este. Gul’dan indujo en los orcos un frenesí de sed de sangre y, así, la recién formada Horda comenzó a masacrar a los pacíficos draenei.
La campaña de los orcos contra los draenei fue brutalmente efectiva, ya que la mayoría de esta raza fue destruida. Solo quedó un grupo reducido de supervivientes, entre ellos el noble Velen.
Los orcos marcharon para invadir Azeroth a través del Portal Oscuro de Medivh. Años después, tras la Segunda Guerra, los portales de Ner’zhul destrozarían Draenor.
Hace poco, Velen y los supervivientes draenei se hicieron con el control de una de las estructuras satélite del Castillo de la Tempestad y la usaron para escapar a Azeroth. Ahora están en busca de aliados para su interminable guerra contra la Cruzada Ardiente.
El legado de los elfos de sangre
Hace mucho tiempo, los elfos nobles exiliados desembarcaron en las costas de Lordaeron. Andaban en busca de un nuevo hogar y, tras muchas batallas contra los trols, fundaron el reino de Quel’thalas.
Los elfos nobles usaron un vial de agua sagrada que habían sustraído del primer Pozo de la Eternidad para crear una fuente de poder místico sobre una convergencia de energías Ley en su hogar. A esta fuente la llamaron La Fuente del Sol. Su potente magia arcana alimentaba y fortalecía a los elfos nobles, y, de este modo, no tardó en levantarse la maravillosa ciudad de Lunargenta.
Protegidos por una barrera mágica, los elfos nobles disfrutaron de la paz durante miles de años, aunque este estado de cosas no estaba destinado a durar. Los trols Amani reunieron un ejército inmenso y atacaron el reino elfo. Superados en número de forma abrumadora, los elfos se apresuraron a formar una alianza con la nación humana de Arathor. Los elfos enseñaron a un reducido número de humanos a usar la magia. A cambio, los humanos los ayudaron a destruir la base de poder de los trols para siempre.
En los años posteriores, los elfos nobles volvieron a su estilo de vida aislado. No obstante, durante la Tercera Guerra, el diabólico príncipe Arthas Menethil llevó la guerra hasta su puerta una vez más. Arthas ansiaba el poder de La Fuente del Sol y no se detendría ante nada para hacerse con él. Invadió Quel’thalas y exterminó a la mayoría de su población. Cuando todo acabó, incluso el rey Anasterian Caminante del Sol yacía muerto.
Ahora que la fuente se había corrompido y no se podía usar, se hizo evidente que los elfos nobles se habían vuelto adictos a las energías arcanas de La Fuente del Sol. Sin el origen de su magia, los pocos que quedaban enfermaron con rapidez y cayeron en la apatía.
El príncipe Kael’thas, el último miembro de la familia real, se encontró Quel’thalas en ruinas al volver de sus estudios en Dalaran. Sediento de venganza, reunió a los supervivientes, los rebautizó como elfos de sangre y se llevó a un grupo de los luchadores más capaces entre ellos para unirse a la campaña de Lordaeron contra la Plaga.
A causa de los prejuicios de los humanos, Kael’thas se vio obligado a aceptar la ayuda de Lady Vashj y sus reptilianos nagas. Cuando los humanos descubrieron que los elfos de sangre habían colaborado con los nagas, Kael’thas y el resto fueron encarcelados y condenados a muerte. Lady Vashj los liberó y los guio a través de un portal que conducía a los inhóspitos páramos de Terrallende.
Allí, los elfos se encontraron con un ser capaz de acabar con su ansia: el demonio renegado Illidan Tempestira. Kael’thas, consciente de que los elfos de sangre morirían sin la ayuda de Illidan, accedió a servir al Traidor. A uno de ellos, Rommath, se le envió de vuelta a Azeroth para transmitir un mensaje de esperanza a los elfos de sangre que quedaban en Quel’thalas: algún día, Kael’thas regresaría para liderar a su gente hacia el paraíso.
Ahora que os habéis puesto al día con la historia, ya podéis probar las dos nuevas razas jugables (los elfos de sangre y los draenei) durante el parche preliminar y prepararos para atravesar Portal Oscuro el 2 de junio.